La habitación se fue vaciando mientras las fuerzas también se acabaron de poco a poco.
Creo que de todas las despedidas, esta fue la más trágica; con excepción claro, de aquella que llegó con una ausencia causada por la muerte.
La noche anterior, consumimos todas las cervezas posibles, hicimos el amor y dormimos en paz.
Al siguiente día todo se volvió caos sin explicación ni lógica alguna.
Mientras tanto, en la preparación de este adiós, los gatos juegan, no saben que a ellos su mundo pronto también les va a cambiar, a cada paso que escuchan por el pasillo, corren a esperar al ausente que siempre estuvo con nosotros en esas cuatro paredes, al igual que yo, lo esperan llegar, con la diferencia que yo sé que no vendrá.
Las cajas se fueron apilando, de una a una en la esquina de la habitación, al igual que esa vez en la que comencé la mudanza de casa de mis padres, pensando que era un poco mayor y madura y en la que les dije "Me voy"
Un montón de cajas apiladas en la esquina de la habitación, como la escena que se pinta en mi memoria, del recuerdo de verlo abriendo la puerta con su enorme y hermosa sonrisa, y la expresión en sus ojos, como si yo fuera el mundo entero para él.
Esa escena del montón de cajas apiladas, implicaba para mí, la llegada de una ilusión a esa habitación blanca en la que supuse que nuestra vida en común, sería muy larga, porque él era mi casa.
Otra escena de cajas apiladas en la esquina de la habitación, como recuerdo más fresco de los berrinches y falta de madurez, acompañados del calor del alcohol, gritándole que a la mitad de la noche, me iba.
Un montón de cajas apiladas en la esquina de la habitación, la escena que me ha unido solo a él, desde el principio de nuestra historia, y ahora que el final llegó y me quedé sin casa, he perdido la cuenta de los días, así como el apetito y las ganas de sonreír.
El montón de cajas apiladas, que llevan dentro decepción y coraje, un rostro cabizbajo que no quiere irse, que llora cada vez que piensa en el fin, que desea con todo su corazón, que sea todo una maldita broma. El montón de cajas apiladas que sirve a los gatos para jugar y que intentan comprender, porque tiene un montón de agua, el objeto que siempre les clavaba los dientes al jugar.
Mientras preparaba todo, las puertas vecinas se abrían y cerraban, los pasos alrededor del pasillo, se hicieron muy frecuentes, la mayoría llegaba a casa, la mayoría añora la compañía del ser amado.
Terminé y todo seguía igual, con excepción de las cajas apiladas, y la despedida que tengo que realizar a lo que estuvo conmigo casi un año entero; adiós querido clóset, adiós pequeño librero, adiós, Junior e Ikiru, adiós cama, que hoy como siempre, me diste confort y ahora un poco de alivio para desahogarme, adiós cuarto, que me vio en cada parte de ti hacer el amor, adiós sala, que me recogiste cuando llegaba cansada del trabajo...
Adiós casa.