Querido extraño:
Hace tiempo que no eres el mismo.
Físicamente, sigue siendo tu rostro y tus facciones son las mismas.
Exteriormente, continuas con tu manera distraída de caminar y tus risas estruendosas también.
Sin embargo, te noto con menos energía y con apatía.
Reconozco tu esfuerzo, y tu manera de continuar a pesar de todo; pero ¿no crees que está mal?
Es decir, tú siempre me has cuestionado, "¿por qué sigues conmigo si te hago tanto mal?"
Y muchas veces me lo cuestioné y encontré que lo que me detenía a marcharme es el cariño que te tengo, y siempre me pareció basto y suficiente.
Tú, en cambio, no tienes una razón para seguir quedándote, no es cariño, puesto que siempre me has repetido que eres frío, no es amistad, porque no confías en mí para contarme tu día a día, tampoco es conveniencia, porque sabes de antemano que no hay nada material que pudiera ofrecerte que no tengas ya; o al menos eso siento.
Lo siento en tu apariencia cada vez más cansada y en tu temperamento a veces enojado de lo que nos pasa; con un pie siempre en la puerta y ganas de no volver jamás. Con ganas de irte, como antes para no volver ni mirar atrás.
Pareces más feliz cuando estás sin mí.
Entonces, he llegado a la conclusión, de que puedes irte, y tomar este comodín que te ofrezco como última ofrenda.
El comodín consiste en no volver a buscarnos, te prometo yo no hacerlo, para que no sientas lástima y te veas obligado a regresar.
Te prometo que no habrá mención nueva de tu parte, de ese gran favor que me hiciste, que aunque lo agradezco, no soy digna de tan grande sacrificio.
Querido extraño, ¡eres libre!
No hay comentarios:
Publicar un comentario