Espero que esta carta te llegue y te encuentre a tiempo. En realidad, es sólo
para decirte que un día como hoy estaríamos celebrando un cuarto aniversario.
Cualquiera que quiera contar mi historia no podrá
narrarla sin mencionar, aunque sea una sola vez, tu nombre, porque un día como
hoy pero de hace cuatro años descubrí que sería tuya para siempre, aunque fuera de lejos, y
que por mil adiós que nos dijéramos, ninguno de los dos se iría; que si se
trataba de ti lo podría intentar por
tercera, cuarta, duodécima e infinita vez. Todos conocían que hablar de ti era
una de las tantas maneras que usaba para viajar al infinito; y tú sabes acerca
de los borradores que hablaban de eso y de mi constante creencia por
demostrarle al mundo entero que se puede amar sin herir… Que nosotros lo
haríamos diferente.
Pero no quiero confundirte, no creas que es una carta
melancólica para intentar hacerte volver, es sólo para contarte acerca de la
nostalgia que a veces siento de los lugares donde fuimos felices y ya no
volveremos a entrar y de la dificultad que me provoca explicarle a todos que tú y
yo ya no somos. Es complicado no extrañar los pedazos de mí que dejé en ti o
saber que aunque he podido dormir más, he estado soñando menos.
Me gustaría ser franca contigo, yo que alardeo siempre
de no creer en nada, tuve fe en el tiempo que tardaste en responderme la última
vez que te pedí una oportunidad, me aferré fuertemente a un “quizás” antes de
despedirnos, sin embargo, tú dijiste “no”. Y no me importó, pues te esperé ahí donde se
pierde antes la esperanza que la paciencia, esperé siempre por tu “sí”, perdí la cuenta de los días tratando de imaginar que volvías, contándome cómo
fue estar lejos y arrepentido por la certeza con la que sabías que debiste haberte
quedado, lo cual tampoco pasó. Metafóricamente, coloqué tres puntos suspensivos
a nuestra historia, y tú borraste dos.
Fuimos, y eso es
todo.
Jamás me arrepentiré de ti, de las letras que me
provocaban tus manos o tus ojos, incluso tus mentiras… no podría ni querría.
Yo pensaba que la soledad era mala, hasta que descubrí
que ella no apuñala, no juzga, no duele, no desprecia ni abandona. Con esto, sé
que algún día cerraré los ojos buscando dentro para poder verte, y sonreiré
abriendo los ojos sabiendo que esas ganas se han ido.
Y con este amor, y en consideración a nuestro no
cuarto aniversario, te doy las gracias por enseñarme que no solamente se ama una vez
en la vida.
AJHH.
ResponderEliminar