La primera salida para quitármelo de encima y no
siguiera insistiendo en conocerme, mi desarreglo personal ese día para
desalentarlo, lo complicado de encontrarnos aunque había una ubicación precisa,
las cervezas que fueron y vinieron y su gusto particular de canciones que más
tarde me agradarían. El cambio impulsivo de opinión por querer conservarlo a mi
lado. Un escrito para él, que me dijo recientemente: “no me gusta leer”, para
quien decía ser pragmático y que los libros le daban flojera. Nunca me decidí a
escribirle, hasta hoy que le digo adiós. Jorge es muy teórico y técnico, ahora
acepto que jamás me hubiera hecho caso, por tanto que me atreviera a
suplicarle.
Él solía llegar en su auto, con su playera negra
o sus camisas de cuadros, siempre escuchando alguna canción de Beck, Belle and Sebastian o Radiohead,
usaba tenis azules y jeans oscuros. Tiene el cabello largo y lacio, manos
pequeñas y ojos grandes, a veces me sonreía y me besaba; otras veces me contaba
de su día, le gustaba hablar y a mí me gustaba escucharlo. Yo casi nunca
hablaba, no tenía nada que decirle, excepto cuando le pedía que me mordiera, me
abrazara, me metiera la lengua o me nalgueara; a él parecía gustarle y a mí me
hacía sentir en casa.
Jorge tiene cabello suave, jamás se enreda entre
los dedos. Buscábamos cualquier hotel de paso para recordarnos que nos teníamos
el uno al otro, o al menos a mí me gustaba creerlo así; siempre nos prometimos
pasar un día completo juntos, nunca lo llevamos a cabo. Con taquicardias
durante el momento de hacer el amor y paseos glaciares y aires ausentes al terminar,
siempre fue mi parte favorita de nuestra efímera historia.
Sin querer comencé a imaginar un nosotros
y un futuro sin tantas ausencias, con los ojos hacia adentro trataba de que
ningún pensamiento saliera de mi boca para no echar a perder el montón de
sueños que guardaba. Creo que me enamoré porque sentía una paz enorme, la
calurosa primavera venía acompañada de mar, gigantes, besos y mucho futuro
envuelto en un universo listo para ser entregado a Jorge, pero cuando me quité de
encima lo que me detenía a hacerlo y cayeron uno por uno mis sueños convertidos
en estrellas, Jorge no pudo ver ningún universo porque ya se había ido, así que
éste se quedó sin nombre y la primavera se desarmó en agua salada y desató una
enorme sequía.
Ahora mis ojos están llenos de neblina y mi
cerebro intenta recobrar el mundo que había inventado para Jorge, pero él resultó
ser más confortable y listo que yo, haciéndome saber que de alguna manera, yo
seguiría sola y que el universo que creé nunca sería entregado, ni conocido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario