lunes, 23 de mayo de 2016

Del mundo que no entregué

La primera salida para quitármelo de encima y no siguiera insistiendo en conocerme, mi desarreglo personal ese día para desalentarlo, lo complicado de encontrarnos aunque había una ubicación precisa, las cervezas que fueron y vinieron y su gusto particular de canciones que más tarde me agradarían. El cambio impulsivo de opinión por querer conservarlo a mi lado. Un escrito para él, que me dijo recientemente: “no me gusta leer”, para quien decía ser pragmático y que los libros le daban flojera. Nunca me decidí a escribirle, hasta hoy que le digo adiós. Jorge es muy teórico y técnico, ahora acepto que jamás me hubiera hecho caso, por tanto que me atreviera a suplicarle.

Él solía llegar en su auto, con su playera negra o sus camisas de cuadros, siempre escuchando alguna canción de Beck, Belle and Sebastian o Radiohead, usaba tenis azules y jeans oscuros. Tiene el cabello largo y lacio, manos pequeñas y ojos grandes, a veces me sonreía y me besaba; otras veces me contaba de su día, le gustaba hablar y a mí me gustaba escucharlo. Yo casi nunca hablaba, no tenía nada que decirle, excepto cuando le pedía que me mordiera, me abrazara, me metiera la lengua o me nalgueara; a él parecía gustarle y a mí me hacía sentir en casa.

Jorge tiene cabello suave, jamás se enreda entre los dedos. Buscábamos cualquier hotel de paso para recordarnos que nos teníamos el uno al otro, o al menos a mí me gustaba creerlo así; siempre nos prometimos pasar un día completo juntos, nunca lo llevamos a cabo. Con taquicardias durante el momento de hacer el amor y paseos glaciares y aires ausentes al terminar, siempre fue mi parte favorita de nuestra efímera historia.

Sin querer comencé a imaginar un nosotros y un futuro sin tantas ausencias, con los ojos hacia adentro trataba de que ningún pensamiento saliera de mi boca para no echar a perder el montón de sueños que guardaba. Creo que me enamoré porque sentía una paz enorme, la calurosa primavera venía acompañada de mar, gigantes, besos y mucho futuro envuelto en un universo listo para ser entregado a Jorge, pero cuando me quité de encima lo que me detenía a hacerlo y cayeron uno por uno mis sueños convertidos en estrellas, Jorge no pudo ver ningún universo porque ya se había ido, así que éste se quedó sin nombre y la primavera se desarmó en agua salada y desató una enorme sequía.

Ahora mis ojos están llenos de neblina y mi cerebro intenta recobrar el mundo que había inventado para Jorge, pero él resultó ser más confortable y listo que yo, haciéndome saber que de alguna manera, yo seguiría sola y que el universo que creé nunca sería entregado, ni conocido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario