viernes, 17 de agosto de 2018

Despedida - Leo Masliah




La gente ya subía al tren, aunque faltaban todavía 45 minutos para la hora de salida. Cuarenta. Treinta y cinco. Gómez se iba del país. Estaba solo y miraba los kioscos de la estación, la cantina, las caras de la gente. Miraba todo como despidiéndose para siempre. Sintió hambre y se le antojo comer un sanguiche, pero recordó que había pasado todo su dinero a dólares. Tenia sin embrago aun algunas monedas en el bolsillo. Las saco para contarlas, a ver si le alcanzaban. No. No le alcanzaban. Había también una ficha de teléfono. Ya nunca Gómez la usaría. Pero si, se le ocurrió una forma de usarla. Busco un teléfono publico, descolgó el auricular, y se detuvo unos instantes a inventar un numero. Lo fue armando de a poco, con las cifras que más les gustaba y en su orden preferido. Puso la ficha y disco. La señal sonó 3 veces y atendió una mujer. 
-¿Olá? –dijo. 
- Buenas noches –contesto Gómez. 
- ¿Con quien quiere hablar? –pregunto la mujer. 
- Con nadie en especial –dijo Gómez-. Me estoy yendo del país y quise llamar a alguien, para despedirme. 
- Y por que a mi? –pregunto ella-. Usté me conoce?. 
- No, no creo- contesto el-. Yo disque cualquier número. Disque el número que mas me gusto. 
- Y en que se va?- pregunto ella-. En avión? 
- No, en tren- dijo Gómez. 
- Espéreme un segundo- dijo la mujer. 
- Que va a hacer? ¿Rastrear la llamada?- pregunto el. 
- No. Voy a juntar mis cosas. Quiero irme con usté- fue la respuesta. 
Gómez sintió que un escalofrío caliente le recorría el cuerpo. 
- Apúrese- dijo-. El tren sale dentro de 25 minutos. 
- Voy para allá. Me tomo un taxi- dijo ella, y colgó. 
Gómez se fumo 4 cigarrillos. Se acerco al anden. Ya toda la gente había subido, y algunos parientes y amigos de los que viajaban se tomaban con estos de las manos a través de las ventanillas abiertas. 
- Hola- dijo de pronto una voz, muy cerca de Gómez. 
- Ah. Es usté?. 
- Si. Usté también. 
- Si- dijo el-. Apúrese. Este es el tren. Saque su pasaje y vamos a subir. 
- No tengo plata- contesto ella-. No me lo puede sacar usté? 
- No- dijo el-. Solamente tengo dólares y no hay tiempo para cambiarlos. El tren se va, ya es la hora. 
- Devuelva su pasaje- propuso ella-. Después sacamos dos pasajes para mañana. 
- Ya es tarde- dijo el-. Hasta 10 minutos antes de la hora de salida se pueden devolver los pasajes, después no. Lo se porque trabaje muchos años en el ferrocarril. Y además de todo yo no por qué pagarle un pasaje a usté. 
El tren empezó a moverse. Gómez beso a la mujer. 
- Otra vez será- dijo. 
- Si, tal vez en otra ocasión- dijo ella. 
- Si – dijo el, y corrió hacia el tren. 

Fin.

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