domingo, 1 de junio de 2014

Epístola segunda.

"Y ¿qué es el amor? 
¿Amor?...
Germen fecundo de la dolencia humana... 
Origen venturoro de sin igual placer... 
con algo de la tarde y algo de la mañana... 
¡Con algo de la dicha y algo del padecer!"

Querido Ángel:

Llamas para preguntar cómo estoy, y repreguntas que qué tengo…

Te respondo lo mismo de cada día, “estoy bien, no me pasa nada”. Sin embargo creo que soy tan predecible que mi tono de voz me delata, mis gestos, mi sonrisa desdibujada, mis hombros caídos y la palidez en mis ojos.

Quisiera decirte que de lo poco que logré darte, no me he sentido correspondida. Hasta ahora, todos ocupan tu campo de visión y yo sigo sin ocupar ni un reojo.

Buscas en mí a alguien que le haga de tu apoyo, tu sostén, quien comparta tu dicha a costa de sus propios fracasos. Tratas que te entienda mientras hablas de otras mujeres, que en tu dicho son mejores que yo, es decir, ¿qué buscas en mí? ¿Una amiga, una cómplice, quien esté sólo cuando busques compañía en tu soledad?

Aún no soy tan refinada como para entender que conozca todo de esas personas que son motivo de peleas y celos, y mucho menos para atender que ellas conocen mi nombre solamente, y tal vez no, pues no es un nombre común.

Todavía no concibo cómo es que si te gustan no haces nada. Quiero decir, a mí no me amas, llevamos dos años y unos días, lo sé, sé que no es mucho, pero es suficiente para que conozcas cuando comienzo a ponerme de mal humor o cuando estás cansado de caminar tanto; es poco pero podríamos estar amándonos, y no lo hacemos. Sólo “nos queremos mucho”, eso sí, únicamente frente a nuestros amigos, pues ante desconocidos, personas con antecedentes amorosos o con posibilidades futuras de romance ni existimos. Tú no me amas ya de tiempo atrás, lo hemos callado pensando que el mundo seguía adelante porque nunca me decidiría a soltar…

Es hora de dejar de fingir, yo no puedo estar ya más contigo. La vida me está llamando y quiero dejarme llevar, sin ti. Resulta preciso que estemos separados, que la despedida sea indispensable para devolvernos la libertad, para retomarnos sin la otra parte que nos ha hecho estrellar.

Sé que la vida tal vez no vuelva a ser igual, pero a estas horas encuentro el lugar de todo lo que me pregunto. El recuerdo de tu compañía nunca lo podré olvidar, y aun con tu recuerdo, la resignación y olvido de los momentos que pasamos irán conmigo y mis pasos, pero debo aprender a vivir con ello. Lo cierto es que decir “Ya no te amo” prolongó una despedida que emprendiste tiempo atrás, y por el miedo de este cariño, que así de bien como te quise, no me atrevía a soltar.


Sinceramente: Atzin Rojas.


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