miércoles, 15 de junio de 2011

Cataclismo de contradicciones

*No voltees, no voltees.
Estuvimos bien por la tarde, y en la noche todo empeoró. Las horas no pasaron lentas o rápidas, ni siquiera hubo un motivo que nos acercara o algún tipo de magie repentina y romántica. Nuestros temas de conversación eran los mismos del día en que nos conocimos, tú cantabas para mí, yo leía para ti. Sólo hubo algo diferente, cuando pronunciaste "El amor se va a estrellar", y clavaste tu pupila en mí. 

*¿Es hora de voltear?, ¿qué fue todo esto? 
Busqué en ti lo que quería hallar, y encontré más de lo que esperaba, y era más allá de lo que tenías que mostrar. A pesar de ser la misma platica, los temas fluían sin tener que recurrir a típicos convencionalismos para evitar el silencio incómodo. Descubrí letras en tus canciones, poesía dinámica. Nos entendimos al hablar del otro lado de la luna, y una que otra profecía.

*Te lo ordeno, no lo recuerdes, te exijo no acordarte nunca más de este día. 
De pronto la emoción de un café y un cigarro, nuestras conversaciones, se volvieron oscuras, mudas, diferentes, ¿mostramos todo lo que somos en una tarde?, ¿dijimos todo lo que teníamos en unas cuantas canciones? Después de tantas cosas en común, ahora lo único que nos unía era el mismo cigarro, pues tu café tenía azúcar y el mío no. El cigarro se consumió, y de las cenizas ya ni hablar; volaron. 

*No le llames, no lo busques, no preguntes, no le digas la verdad, no voltees.
Y después de gastar la suela de los Converse volvimos a estar otra vez de frente, otra vez en silencio, evitando fumar, evitando sonreír, evitando hablar. -¿por qué callas?, ¿por qué callas tú?-. Vimos pasar tanta gente, muchos entes solitarios más alegres que nosotros. La temperatura comenzaba a bajar, mis manos lo sentían, era el momento de decirte que mis manos estaban frías, te adelantaste y dijiste vayámonos; y clavaste otra vez tu pupila en mis ojos. 

*Guarda tu amor, él no lo quiere. Calla el sí que tenías guardado para la ocasión.  
Avanzamos unos pasos, fumamos un último cigarro, me dijiste adiós, prolongue la despedida. Decidiste darme la espalda, el mutismo insoportable de nuevo, me diste la espalda y mentiste llamarme luego, en ese momento comprendí tus miradas, tu espalda y la mía lo entendieron, mis sentimientos también, incluso mis manos frías, Nuestras espaldas predestinaron el final del futuro inexistente. 

*Olvídalo, odialo, toma venganza del tiempo perdido. No lo busques, ni siquiera voltees, no. 
Hola, me dices, hoy me acordé de ti; repites. Y yo, sonriendo, calentando mis manos, buscando el amor donde lo había dejado, viajando a la casa de lo sagrado. 

*¿y el pacto? Anulado.

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