domingo, 24 de febrero de 2019

Un montón de cajas apiladas.

La habitación se fue vaciando mientras las fuerzas también se acabaron de poco a poco.
Creo que de todas las despedidas, esta fue la más trágica; con excepción claro, de aquella que llegó con una ausencia causada por la muerte.

La noche anterior, consumimos todas las cervezas posibles, hicimos el amor y dormimos en paz.
Al siguiente día todo se volvió caos sin explicación ni lógica alguna.

Mientras tanto, en la preparación de este adiós, los gatos juegan, no saben que a ellos su mundo pronto también les va a cambiar, a cada paso que escuchan por el pasillo, corren a esperar al ausente que siempre estuvo con nosotros en esas cuatro paredes, al igual que yo, lo esperan llegar, con la diferencia que yo sé que no vendrá.

Las cajas se fueron apilando, de una a una en la esquina de la habitación, al igual que esa vez en la que comencé la mudanza de casa de mis padres, pensando que era un poco mayor y madura y en la que les dije "Me voy"

Un montón de cajas apiladas en la esquina de la habitación, como la escena que se pinta en mi memoria, del recuerdo de verlo abriendo la puerta con su enorme y hermosa sonrisa, y la expresión en sus ojos, como si  yo fuera el mundo entero para él.

Esa escena del montón de cajas apiladas, implicaba para mí, la llegada de una ilusión a esa habitación blanca en la que supuse que nuestra vida en común, sería muy larga, porque él era mi casa.

Otra escena de cajas apiladas en la esquina de la habitación, como recuerdo más fresco de los berrinches y falta de madurez, acompañados del calor del alcohol, gritándole que a la mitad de la noche, me iba.

Un montón de cajas apiladas en la esquina de la habitación, la escena que me ha unido solo a él, desde el principio de nuestra historia, y ahora que el final llegó y me quedé sin casa, he perdido la cuenta de los días, así como el apetito y las ganas de sonreír.

El montón de cajas apiladas, que llevan dentro decepción y coraje, un rostro cabizbajo que no quiere irse, que llora cada vez que piensa en el fin, que desea con todo su corazón, que sea todo una maldita broma. El montón de cajas apiladas que sirve a los gatos para jugar y que intentan comprender, porque tiene un montón de agua, el objeto que siempre les clavaba los dientes al jugar.

Mientras preparaba todo, las puertas vecinas se abrían y cerraban, los pasos alrededor del pasillo, se hicieron muy frecuentes, la mayoría llegaba a casa, la mayoría añora la compañía del ser amado.

Terminé y todo seguía igual, con excepción de las cajas apiladas, y la despedida que tengo que realizar a lo que estuvo conmigo casi un año entero; adiós querido clóset, adiós pequeño librero, adiós, Junior e Ikiru, adiós cama, que hoy como siempre, me diste confort y ahora un poco de alivio para desahogarme, adiós cuarto, que me vio en cada parte de ti hacer el amor, adiós sala, que me recogiste cuando llegaba cansada del trabajo...

Adiós casa.

martes, 19 de febrero de 2019

Carta a ti misma...

El latido fuerte y doloroso que hay en tu pecho, acelerándose cada vez que el teléfono informa la presencia de una notificación o el tono de una llamada entrante.

La sonrisa cada vez más borrosa y los ojos cada vez más hinchados por la decepción.

¡Él no vendrá!

¿Qué fuiste en su vida? Siempre sí fuiste ese celular que pierde funciones con el paso del tiempo, como siempre lo supusiste.

Al final, ¡no te atrevas a mentir!, siempre inferiste que el fatídico desenlace llegaría más o menos en este tipo de escenario.

En suma, te abandonaron, dejándote los estragos de un futuro a años luz que no llegarán, lo que construiste quedó en ruinas, y una enorme cicatriz pegada a la piel que otra vez, no se quitará.

La oscuridad y el silencio, presente en todos los lugares de los que debes despedirte.

Sé que no irás a ningún sitio, pero él ya no podrá reconocerte tampoco, lo que eras a su lado, quedó destruido... Ojalá te pueda recordar como si el tiempo volviera atrás, deseo que así hubiera ocurrido y no fuera un sentimiento vano.

Yo del futuro, cuando leas esto, te habrán apuñalado, una y otra y otra vez...

Yo del futuro, espero no te detengas, a pesar de todo, sé valiente, te lo advertí.

Querida yo del futuro, no renuncies.

Deja que el amor muera, deja que él se vaya, deja que nunca vuelva. Déjalo ser feliz, y sé feliz tú también, lo mereces.

Este es el año en el que terminas tu relación, es el año en el que regresas a casa, es el año que al parecer más dolor y pérdidas traerá, pero estoy segura que será un buen año.

Finalmente, quiero decirte que no te aferres al pasado, él ya se fue.

¡Él no vendrá!


Reencuentro.

Querido blog:

Espero no pienses que soy de esas mujeres que en cuanto encuentran amor, se separan de ti, y cuando las dejan regresan rogando por una oportunidad de uso.

Lo que pasa, es que pierdo los pies del suelo, y tú sabes bien como me gusta el cielo cuando hay nubes, tú sabes bien que la Luna y yo, siempre nos acompañamos.

Querido blog, cada vez regreso a ti, lo hago con una nueva decepción; me gustaría decir que más fuerte, más inteligente, menos franca... Pero me conoces también, y sabes que siempre voy a pensar de buena fe en las personas.

Muchas veces fueron mis amores platónicos, esos que me decepcionaban por no gustarles aunque siempre lo intentara; pero esta herida es real, ocurrió y duele más.

Querido Blog, permíteme contarte la historia de ese otro amor que se fue, y dame oportunidad de manifestarte mi enojo por su traición.

Querido blog, sabes que te volveré a abandonar, cuando regrese el ánimo, cuando las ganas de salir con alguien vuelvan, espero no me odies.

Te prometo que algún día, te volveré a escribir de amor.

Saludos, querido Blog.