jueves, 26 de mayo de 2016

Arrecifes y corales.











Siempre fue mi sueño hablarte de anémonas, arrecifes y corales, porque creo que no hay otro lugar donde haya sido más feliz que en el mar. El amanecer, el vaivén de las olas y la tranquilidad me reconfortan siempre el alma.



Mas hubo algunos momentos en que justamente me sentí así en pleno centro de la Ciudad de México, y era cuando él estaba cerca; más o menos se acercaba al aire puro que se respira en el mar y a las cosquillas que uno siente por dentro cuando pisa arena y ésta hace que te hundas en el agua.

Fue ahí, entre Mesones e Isabel la católica que nos dimos nuestro primer beso. Estuve coqueteándole más de media hora, y él, que siempre fue el de la iniciativa,  se acercó sin que yo pudiera moverme. Fue un beso corto en realidad, pero fue lo más cercano a la inmensidad del mar, me hizo sentir tan pequeña ante su majestuosidad que supe en ese momento lo enorme que sería todo.

En poco tiempo recorrimos mucho, hicimos planes para un fin de semana, luego para nuestras próximas vacaciones, el siguiente concierto, el evento de 31 minutos, apuesto a que tú lo disfrutarías tanto como nosotros lo hicimos. Hablábamos de donde sería mejor vivir, él decía en su casa, yo en la mía. El quería tranquilidad y paz, yo ansiaba un poco de ruido. Nunca estuvimos de acuerdo en más de dos cosas.

Luego alguna situación extraña pasó y apareciste tú, cuyo origen es un poco impreciso; por unos momentos opacaste la sensación de estar con él que se equiparaba al mar, pero después te volviste salitre y sentí miedo de tu mundo en el mío, a pesar de que no eras ni un hálito aún.

Y fue un mes de sueños y pesadillas, sueños del lugar en donde sentirías lo mismo que yo o el momento de apoyarte acerca de tus decisiones; pesadillas de no poder darte la dicha de conocer el mar o de que no pudiera corresponderte con cariño o tiempo.

Imaginaba que él no nos aceptaría y lo corroboré la última vez que salimos; destrozó los sueños, promesas, planes y sentimientos acerca del mar y el futuro; al igual que yo los suyos por nombrar a un tercero involucrado contigo. Si él no hubiera dicho “ahora no” y yo no hubiera llamado a otro, me sentiría más culpable por lo que te hice.

Quiero decir, lo que te hice sobrepasó los límites de mi moral e ideales, sin embargo también los subsanó. Estoy en contra de lo que pasó por los sueños que no cumplí contigo, pero estoy a favor por las pesadillas que evité sufrieras. Fue una decisión demasiado difícil, ¿sabes?; sin embargo, querido (a) si estuvieras en este mundo, no querrías ver lo horrible que es.

Tal vez en otro tiempo, con otra persona, serás la persona más feliz del mundo, visitando anémonas, arrecifes y corales; y ojalá pueda ser yo la responsable de eso.



lunes, 23 de mayo de 2016

Del mundo que no entregué

La primera salida para quitármelo de encima y no siguiera insistiendo en conocerme, mi desarreglo personal ese día para desalentarlo, lo complicado de encontrarnos aunque había una ubicación precisa, las cervezas que fueron y vinieron y su gusto particular de canciones que más tarde me agradarían. El cambio impulsivo de opinión por querer conservarlo a mi lado. Un escrito para él, que me dijo recientemente: “no me gusta leer”, para quien decía ser pragmático y que los libros le daban flojera. Nunca me decidí a escribirle, hasta hoy que le digo adiós. Jorge es muy teórico y técnico, ahora acepto que jamás me hubiera hecho caso, por tanto que me atreviera a suplicarle.

Él solía llegar en su auto, con su playera negra o sus camisas de cuadros, siempre escuchando alguna canción de Beck, Belle and Sebastian o Radiohead, usaba tenis azules y jeans oscuros. Tiene el cabello largo y lacio, manos pequeñas y ojos grandes, a veces me sonreía y me besaba; otras veces me contaba de su día, le gustaba hablar y a mí me gustaba escucharlo. Yo casi nunca hablaba, no tenía nada que decirle, excepto cuando le pedía que me mordiera, me abrazara, me metiera la lengua o me nalgueara; a él parecía gustarle y a mí me hacía sentir en casa.

Jorge tiene cabello suave, jamás se enreda entre los dedos. Buscábamos cualquier hotel de paso para recordarnos que nos teníamos el uno al otro, o al menos a mí me gustaba creerlo así; siempre nos prometimos pasar un día completo juntos, nunca lo llevamos a cabo. Con taquicardias durante el momento de hacer el amor y paseos glaciares y aires ausentes al terminar, siempre fue mi parte favorita de nuestra efímera historia.

Sin querer comencé a imaginar un nosotros y un futuro sin tantas ausencias, con los ojos hacia adentro trataba de que ningún pensamiento saliera de mi boca para no echar a perder el montón de sueños que guardaba. Creo que me enamoré porque sentía una paz enorme, la calurosa primavera venía acompañada de mar, gigantes, besos y mucho futuro envuelto en un universo listo para ser entregado a Jorge, pero cuando me quité de encima lo que me detenía a hacerlo y cayeron uno por uno mis sueños convertidos en estrellas, Jorge no pudo ver ningún universo porque ya se había ido, así que éste se quedó sin nombre y la primavera se desarmó en agua salada y desató una enorme sequía.

Ahora mis ojos están llenos de neblina y mi cerebro intenta recobrar el mundo que había inventado para Jorge, pero él resultó ser más confortable y listo que yo, haciéndome saber que de alguna manera, yo seguiría sola y que el universo que creé nunca sería entregado, ni conocido.

domingo, 15 de mayo de 2016

Desaparición de un mundo de ilusiones.

Ya no voy a escribir cosas tristes (por hoy).
Hay tanta magia real en la calle, y me permitiré ser un poquito feliz.





Dear reader, enjoy the function!

domingo, 8 de mayo de 2016

Año uno.

Espero que esta carta te llegue y te encuentre a tiempo. En realidad, es sólo para decirte que un día como hoy estaríamos celebrando un cuarto aniversario.

Cualquiera que quiera contar mi historia no podrá narrarla sin mencionar, aunque sea una sola vez, tu nombre, porque un día como hoy pero de hace cuatro años descubrí que sería tuya para siempre, aunque fuera de lejos, y que por mil adiós que nos dijéramos, ninguno de los dos se iría; que si se trataba de ti lo podría  intentar por tercera, cuarta, duodécima e infinita vez. Todos conocían que hablar de ti era una de las tantas maneras que usaba para viajar al infinito; y tú sabes acerca de los borradores que hablaban de eso y de mi constante creencia por demostrarle al mundo entero que se puede amar sin herir… Que nosotros lo haríamos diferente.

Pero no quiero confundirte, no creas que es una carta melancólica para intentar hacerte volver, es sólo para contarte acerca de la nostalgia que a veces siento de los lugares donde fuimos felices y ya no volveremos a entrar y de la dificultad que me provoca explicarle a todos que tú y yo ya no somos. Es complicado no extrañar los pedazos de mí que dejé en ti o saber que aunque he podido dormir más, he estado soñando menos.

Me gustaría ser franca contigo, yo que alardeo siempre de no creer en nada, tuve fe en el tiempo que tardaste en responderme la última vez que te pedí una oportunidad, me aferré fuertemente a un “quizás” antes de despedirnos, sin embargo, tú dijiste “no”.  Y no me importó, pues te esperé ahí donde se pierde antes la esperanza que la paciencia, esperé siempre por tu “sí”, perdí la cuenta de los días tratando de imaginar que volvías, contándome cómo fue estar lejos y arrepentido por la certeza con la que sabías que debiste haberte quedado, lo cual tampoco pasó. Metafóricamente, coloqué tres puntos suspensivos a nuestra historia, y tú borraste dos.

Fuimos, y eso es todo.

Jamás me arrepentiré de ti, de las letras que me provocaban tus manos o tus ojos, incluso tus mentiras… no podría ni querría.

Yo pensaba que la soledad era mala, hasta que descubrí que ella no apuñala, no juzga, no duele, no desprecia ni abandona. Con esto, sé que algún día cerraré los ojos buscando dentro para poder verte, y sonreiré abriendo los ojos sabiendo que esas ganas se han ido.

Y con este amor, y en consideración a nuestro no cuarto aniversario, te doy las gracias por enseñarme que no solamente se ama una vez en la vida.