sábado, 2 de mayo de 2015

Las luces que no vendrán

Alguna vez le dijo que ya no escribía de él, le reclamó por no pensar en él siempre, se comparó con ella, aduciendo que ella era la mala del cuento, pues él nunca se molestaba por lo que ella hacía.

Él no lo entendía, él no comprendía que en cada recuerdo, en cada acción había dolor, que cada letra que ella escribiera para él llevaría dolor en cada gancho, en cada ovalo y en cada línea.

Y es que fue el principio de muchas cosas buenas, ella nunca lo negó, nunca dejó de sentirse agradecida por haberle dado calma después de una lamentable pérdida, tampoco dejó de amarlo, aunque sí de decirlo, y es que lo estaba haciendo por primera vez, creía ella que podría donar un riñón para él si fuera necesario.

Pero varias cosas se perdieron en el camino, como en un naufragio, tuvo que dejar ir varias cosas para no entorpecer la marcha del barco, dejó ir las palabras bonitas <<Amor, pollito, te amo>>, dejó ir las promesas de <<juntos por siempre, si tú caes yo caigo>>, dejó ir lo único que le perteneció -o casi lo dejó ir-, y él también, pero lo que ambos perdieron fue la confianza.

Comenzaron a pelear, por una mirada, por una palabra, por no decir nada, por escribir, por pensar en alguien más, batallas absurdas y rotas que los hicieron enemigos.

Ella nunca le pidió algo a cambio de ese amor incondicional, sin embargo, lo negaba, negaba poder entregarse de inmediato a un ser, y no por no poder o querer hacerlo, sino porque ya lo había hecho, y esa negativa era para poder hacer tiempo inventando qué hacer, pues ya le había dado todo.

Él nunca lo ha visto así, pues para él ya no vale nada si ella casi duerme con alguien más y eso hace que ella sea la mala del cuento.

Ella al fin le escribió, en una carta de despedida:

Sólo quiero darte las gracias, por el tiempo, por la paciencia, por las enseñanzas, por la confianza de dejarme ser como soy, por las habilidades indescriptibles de hacerme llorar mientras reía de lo que hacías, por los intentos de hacerme enojar y por las veces que sin quererlo me hiciste enojar, por que al fin de cuentas sentí, y sentir es vivir. 

Quiero disculparme de los muchos juegos de palabras en que te hice caer, nunca fue mi intención mentirte y fue lo único que se me ocurría para no hacerlo, en mi defensa quiero decir que te mentí en tres cosas: No me vales un pito, no deseo que te mueras, y nunca hubo nadie por encima de ti. Quizás debí habértelo hecho saber desde el principio.

No pienses que nunca te escribí, porque fueron varías cartas, muchos mensajes y cientos de comentarios, me gusta creer que algo te impidió ver lo que hice por ti, y me pregunto si aún recuerdas el por qué quisiste estar en esta vida conmigo, tal vez sólo era un episodio que la vida decidió cortar para llevarte lejos de mí y de todos los recuerdos que puedan surgir.

Ya no puedo seguir así, empiezo a pensar que soy sólo yo, la pobre ilusa que todavía vive del recuerdo de todos y cada uno de los días de hace 3 años, cuando aún estabas aquí, a mi lado, del modo más sincero que jamás va a regresar...

Sinceramente: ...



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