Hola, buenas tardes...
¿Cómo empezar? Si no hay palabras y nunca respondes a mis llamados.
Bien, un primer problema es que estas lejos.
Otro segundo problema es que lo que tengo para decirte no se escribe.
Es duro enfrentar a la casualidad de una mirada, y ver el grito que se ahoga en el silencio de tus ojos, esquivando mi mirada, sorteando un esperado "ven" y que se deshaga en un derrumbado viaje al pasado.
Alguna vez creí que el propósito de cruzar mis brazos era el de apretar fuerte mi corazón y evitar que se saliera. Otra ocasión pensé que si te abrazaba vehementemente por las noches podía lograr que la mañana llegara lentamente.
Pero no creas que todo es dolor, al contrario, quiero adjudicarme el mérito de haber vivido lo suficiente como para entender que hasta las cicatrices pueden querer. Además, ¿te imaginas el error y horror de no habernos sucedido nunca? Habría sido un fracaso quedarnos con esos besos en nuestras bocas y las palabras en nuestros labios.
Al final de cuentas, las palpitaciones aceleradas a uno lo hacen sentir más vivo. Es como hacer un doblez en la página de un libro a falta de marcadores o post its, para señalar que hubo algo ahí. Pero reitero, es difícil volver con el alma completa después de haberte vivido.
Tú y yo ya estábamos escritos, lo sé por los incontables pasos para llegar aquí, por las infinitas formas de forjar el presente y que precisamente fraguó en la forma de conocernos, aún pudiendo ser otros la vida nos eligió a nosotros.
... eres de esas situaciones que por más que pasan, no se van.
En otras palabras, y de acuerdo a tus enseñanzas, eres el Andreas Corelli de mi historia.
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