"Nadie nunca te reemplaza
y las cosas más triviales
se vuelven fundamentales
porque estás llegando a casa"
M. Benedetti
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Cuando no estás, el atardecer sucede eterno.
La casa difumina los prismas rosados con los rumores de la duela.
El silencio rompe su cuerpo contra las paredes para dejarlas sordas y mudas.
Cuando no estás, el tiempo se vuelve lento,
la locura toca a la puerta, empaña las ventanas y los espejos,
mi cara envejece y la cama en el soliloquio sin remedio me descubre con las sábanas.
Enciendo el televisor, no descifro las imágenes
y paso veloz de un canal a otro con la esperanza de encontrar algún comercial que le de sentido a la espera de tu compañía iluminada por los prismas rosados de la tarde eterna
Cuando no estás; y en el diálogo inventado por mi imaginación surgen los poemas amorfos de la ausencia vespertina que decido escribir sobre mi escritorio en donde está la pluma y el papel en blanco
que al mirarlo me quedo muda y vacilante y tu recuerdo es cada vez mas etéreo: que imprime a cada palabra
en el papel en blanco tu figura desde la calle despidiéndose con la mano en lo alto,
desde el cielo, diciendo que te vas y el papel en blanco, sin palabras, escribe tus besos de despedida en la frente y remata en epígrafe: regresó en la noche del trabajo para dormir juntos.
Y los prismas rosados con el silencio y la locura de esta tarde me obligan a salir del recuerdo
para mirar el reloj en la pared de la cocina que indica aletargado en su correr de manecillas
que solo ha pasado un minuto desde tu fatídica partida. (S.)
Gracias por tomarlo en cuenta damita. Espero que algún día me puedas perdonar; por lo mientras me conformo con tu atención al conservarlo y no terminar esta historia. No olvides nunk que te quiero siempre; y que ese minuto siguen siendo estos 4 meses
ResponderEliminarSergio, tu formal (l)