Preguntan que por qué miro siempre al cielo...
Pues no ven que en las nubes están los colores.
En las copas de los árboles se quedan las ilusiones,
y en las fotos se quedan las pretensiones.
domingo, 22 de abril de 2012
Sócrates
Le
gustaba creer que eran mujeres corriendo en tacones sobre su azotea y no una
fuerte tormenta el único ruido que se escuchaba.
También
le gustaba pensar en la teoría de que; al igual que los latidos del corazón,
venimos al mundo con las sonrisas contadas y un número de lágrimas
predeterminado.
Se
preguntaba si el llanto era contagioso, como lo es la risa.
Creía
que las lagunas mentales que a veces tenía, eran las lágrimas que contuvo por
temor a que lo viera llorar.
Pretendía
que no le dolía, porque le salía muy bien por las mañanas.
Dormía
a horas extrañas, tenía cuadros de despersonalización pandeantes y escribía con
muy bonita letra.
Solía
vestirse con estilo para ir a trabajar, nunca se le veía una prenda igual; pero
sí salía siempre con el mismo viejo recuerdo: Lizza
"Aproximadamente
veinte minutos de silencio incómodo. Ella llorando discretamente, él fumando
sin atreverse a verla. Intentando, los dos, disimular esa despedida de la que
los consumidores eran testigos."
"Se
termina el cigarro y él sin poder contener el llanto termina su café, ella
haciendo el té a un lado, era el momento."
"Quedaba
una sonrisa desdibujada, ambos fumando, y a pesar del pretexto lírico y las
palabras que intentan darse, contuvo las lágrimas, conocieron el final esa
noche."
Al
final no sabía nada, pero igual le gustaba crear teorías, imaginar preguntas e
inventar sus respuestas.
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